domingo, 1 de febrero de 2009

Paseo por el recuerdo.


Hace unos días junto con unos amigos, aprovechando las fiestas de navidad, recorríamos el centro de Palma. Tras hacer algunas compras y ver que el tiempo no nos acompañaba ya que estaba lloviendo, decidimos ir a tomar un chocolate con ensaimadas a Ca'n Joan de S'aigo de la calle Sans. Hicimos unos 20 minutos de cola hasta que nos tocó el turno de sentarnos y disfrutar de tan maravilloso manjar.

Entre sorbo y sorbo, contábamos historias de nuestra infancia, de como era la ciudad y sus barrios, de cuando la leche fresca nos la traían a la puerta de casa, "sa peixetera" vendía el pescado por las calles del barrio dando voces "¡peix fresc que bota!", cuando los mobilettes, las lambrettas, los seiscientos, los R4, los Dyane 6 , los 4L (vehículo oficial de las monjas) y el Simca 1000 eran parte del mobiliario urbano de la ciudad.

Una vez que habíamos entrado en calor y habíamos llenado la tripa, decidimos salir y pasear por las calles adyacentes, nos dirijimos por la calle Zavellà a la plaza de Santa Eulalia y de allí a la calle Morey donde divisamos el viejo arco árabe de s'Almudaina, cerca la calle Zanglada y San Roc; calles estrechas y mágicas con olor a humedad y en sus rincones y esquinas a orín, nos evocaban el pasado histórico y aristocrático de la ciudad. Cerca la Catedral y el Palacio de la Almudina; la noche era fría y lluviosa, las luces navideñas engalanaban las calles principales del centro, la gente se iba retirando a sus casas y nosotros seguíamos nuestra marcha nocturna.

Tras un largo paseo tranquilo nos dirigimos a la plaza de la cuartera vimos que la recuperación del barrio era evidente, pasamos por la calle llotjeta donde recordamos el viejo y vetusto "forn de sa llotjeta" hoy reconvertido en un restaurante de tapas que aún guarda la fisionomía del viejo horno. En aquel momento me vino a la mente las veces que íbamos, en nuestra adolescencia, Pau y yo a ver a su padrino, hombre de pelo blanco, simpático y charlatán que era el panadero y propietario del negocio, para que nos diera algo para comer y cinco duros para jugar al ping pong o al billar. Su abuela vivía en el piso justo encima del horno, mujer alta, de pelo blanco y vestida de negro, me acuerdo verla sentada junto a la mesa camilla y tapándose con las sayas, poca luz en la sala y la radio puesta. Era una imagen algo tétrica, me acuerdo que nos daba algo de "cague" al entrar, siempre corríamos tanto al subir como al bajar del piso.
Sa Gerrería, barrio chino por excelencia, ha cambiado su imagen tan deteriorada y presenta un agradable aspecto físico. Aún queda algún resquicio de prostitución pero sin duda una vez regenerado el barrio será un lugar encantador para pasear y tomar algo. No en vano se están abriendo restaurantes y bares de tapas por la zona.
Cerca de las 12,30 de la noche nos dirijíamos a nuestros vehículos aparcados en el párquing de Ses Avingudes. Todo un paseo por el recuerdo, que nos ha rejuvenezido unos cuantos años y que hemos disfrutado muchísimo, a pesar de la lluvia y del mal tiempo.